Habló muy bien Heidegger de las botas viejas pintadas por Van Gogh en cuya boca oscura del gastado interior bostezaban las fatigas de los pasos laboriosos, pero hay otras botas viejas que merecen un ensayo también: botas desechadas, yacentes, botas paradas que se pusieron a andar de nuevo para ser actrices, actrices de sí mismas en los pies de Chaplin.
Hace poco alguien publicó su fotografía en las redes sociales. Las botas de Chaplin están musealizadas. Se las ve envejecidas de verdad, pisadas, deformadas, arrugadas: andadas. Si uno piensa en ellas se enciende la infancia extrañada ante el cine mudo: personas todas muertas que son personajes vivos en películas sin color, sin sonido: escenas que se van borrando, volviéndose niebla, como recuerdos de no se sabe quién. LEER
Hace poco alguien publicó su fotografía en las redes sociales. Las botas de Chaplin están musealizadas. Se las ve envejecidas de verdad, pisadas, deformadas, arrugadas: andadas. Si uno piensa en ellas se enciende la infancia extrañada ante el cine mudo: personas todas muertas que son personajes vivos en películas sin color, sin sonido: escenas que se van borrando, volviéndose niebla, como recuerdos de no se sabe quién. LEER