Bruno Marcos escribe sobre la figura del cineasta, recientemente fallecido, David Lynch
Los hermanos Lumière no tenían depositadas grandes esperanzas en el invento del cinematógrafo que acababan de descubrir a finales del siglo XIX, sus anodinas producciones lo demuestran: el tren llegando a la estación, los obreros saliendo de la fábrica… Unos pocos minutos de plano secuencia sin relato. Pensaban que se trataba tan sólo de un adelanto científico y tecnológico con pocas aplicaciones al mundo real. Tuvo que ser Méliès, que provenía nada menos que del mundo de la magia, el que viera el gran potencial del nuevo medio, primero para realizar trucos visuales de apariciones y desapariciones simplemente cortando y pegando en el proceso de montaje y, luego, contando historias como en el teatro y en la novela, pero con imágenes, como hizo en su ‘Viaje a la luna’. LEER